martes, 29 de noviembre de 2005

22/XI/05
Carta a Mateo

Querido Mateo,
te escribo estas palabras con el único objetivo de narrarte un sueño muy extraño que tuve hace algunas noches. Este sueño no es de aquellos que para mantenerse perenne hace falta escribirlo rápidamente en el momento en que el sueño todavía convive con la vigilia; porque sino las imagenes y los conceptos se borronean en poco tiempo. El sueño que tuve es de los pocos (en mi caso) que no se nublan, más bien al contrario, se aclaran con el tiempo. Se necesitan algunos días para terminar de asimilarlo.

Al principio pensé que estaba en el fondo de una cueva o pozo, pero las paredes no eran de tierra sino de algún tipo de cerámica. La base era redonda y las paredes muy altas. No tenía techo. La luz del sol penetraba de arriba en pose de mediodía. De repente comenzó a caer agua, pero no era lluvia, caía en un solo chorro grueso, como una catarata. El nivel del agua subía y yo también. Lentamente llegamos arriba. Nadé hacia la costa y me agarré del borde. Descansé un rato y observé la situación. Hacia arriba, el cielo era cieloraso. El sol, una lámpara. Hacia abajo había un acantilado, la altura me dio vértigo (no suelo tener vértigo). Unos objetos de vidrio que reconocí ser copas de cristal cercanas al acantilado me hicieron percatar la situación. Mi lago era una jarra de agua (no suelo tomar agua en copa). De repente hubo en terremoto, el agua tembló, la jarra se comenzó a mover. Supuse que la llevaban a otro lugar, el comedor quizás. El suelo debajo del acantilado también se movía, llevando las copas y la jarra. Era una bandeja.
Llegamos al destino, nos apoyaron sobre una superficie. Nos empezaron a dividir. Un cristal para un lado, otro cristal para otro lado, y así. Al terminar este rito hubo otro temblor, más pequeño. Rápidamente quitaron la bandeja y apoyarón el jarrón directamente sobre la mesa, que también era de cristal. Tuve un tiempo de tranquilidad (más de lo que esperaba) hasta que empezó otro rito, el que yo sabía era inevitable.
Temblor, movimiento, inclinación. Nadé con toda mi fuerza, luchando contra la corriente que me quería llevar al acantilado, un breve descanso y comenzaron a servir otra copa. Nuevamente el río me tironeaba hacia la catarata. Esto se repitió varias veces, luego hubo un descanso más largo. Volvimos a estar perpendiculares al suelo. Se escucharon unos truenos raros y y los Dioses hicieron su plegaria a la salud. Esto me pareció peculiar por dos motivos. El primer motivo era que la gente no suele brindar con agua, y hay quienes dicen que es de mal agüero. El segundo era que los Dioses hayan estado brindando, que siempre me había parecido algo de origen religioso, rogando salud a los de arriba. En tal caso, los mismos Dioses tendrían sus propios Dioses. Esta escalinata de superpoderes y espiritualidad podría ser infinita. (Ahora pienso que podrían haber estado utilizando el cinismo y la ironía, pidiendose a ellos mismos su propia salud que supuestamente debiera ser perfecta e inmutable.)
Al cabo de un rato sirvieron otra ronda, y luego otra y otra. El nivel del agua bajaba y bajaba. Ya podía calcular cuánto bajaba con cada copa servida. Cuando quedaba para cuatro copas, ya podía hacer pie. Cuando servían la última copa me dejé llevar tranquila y placenteramente por la corriente. Caí con las últimas gotas de la catarata. Reposé un rato en la copa, luego nos desprendimos del suelo y lentamente hicimos camino hacia la boca de la cueva. La oscuridad era húmeda y calurosa. Me introduje en la cueva y me lancé al abismo. Me desperté cayendo.

Lo que me pareció extraño de esta aventura onírica fueron mis propias reacciones. La mentalidad e insistencia de que todo lo que sucedía era propio de la naturaleza, el asumir que las personas eran dioses, solamente porque eran más grandes que yo. Pero lo que más me sorprendió fue el dejarme llevar, sin saber en primera consiencia porqué, al estomago y sistema digestivo de uno de los supuestos dioses. Las reflexiones post sueño que estuvieron jugando con mi tiempo últimamente me hicieron acordar a aquella vez que en tu terraza me preguntaste que haría yo si estuviera directamente expuesto a algún tipo de dios o ser superior.
Antes de introducir pensamientos más contundentes y generales sobre el asunto persona-dios-Dios, prefiero introducir mi despedida y que sigas con tus propias reflexiones.

Que tengas suerte,
un abrazo,
Mikel.

domingo, 20 de noviembre de 2005

cuento para pensar

bucay está sentado en su inodoro y no tiene papel higiénico.

sábado, 12 de noviembre de 2005